
“Su madre dice que la niña, era hermosa cuando niña, que todos querían tomarla entre sus brazos, que querían darle besos... y le hacían gracias para que riera”.
Ahí está la niña, vestida de ángel. Con zapatos de charol, calcetines blancos, vestido vaporoso y chapecillos en el pelo. Jugando por entre las flores... cazando mariposas... con su muñeca pegada bajo el brazo... y corre... y juega... y se aleja de la casa. Una casa en el campo. Antigua, de adobe, oscura. Y están los olores de los animales. Los cerdos en sus cloacas, los perros, las gallinas picoteando de un lado al otro buscando semillas para echarse al buche. Una vez con sus hermanos, se sentó a jugar en un gran tronco de un árbol que derribó el viento, en un gran temporal. Bajo el tronco había una charca y desde ahí aparecían pequeños sapos de colores. Y ella jugaba a pillarlos... y los veía, amarillos, verdes, azules, saltando y huyendo hacia todas partes.
Ahí está la niña, vestida de ángel. Con zapatos de charol, calcetines blancos, vestido vaporoso y chapecillos en el pelo. Jugando por entre las flores... cazando mariposas... con su muñeca pegada bajo el brazo... y corre... y juega... y se aleja de la casa. Una casa en el campo. Antigua, de adobe, oscura. Y están los olores de los animales. Los cerdos en sus cloacas, los perros, las gallinas picoteando de un lado al otro buscando semillas para echarse al buche. Una vez con sus hermanos, se sentó a jugar en un gran tronco de un árbol que derribó el viento, en un gran temporal. Bajo el tronco había una charca y desde ahí aparecían pequeños sapos de colores. Y ella jugaba a pillarlos... y los veía, amarillos, verdes, azules, saltando y huyendo hacia todas partes.
El campo era extenso, jugando, caminando y corriendo tras las mariposas, llegó a un lugar extraño. Casi en ruinas, un lugar sin techo, en cuyas paredes dormitaban las enredaderas. Ella miraba curiosa... cuando frente a ella vio un hombre... talvez un peón de la hacienda, talvez un campesino de las siembras. Llevaba una chupalla en su cabeza, para protegerse del sol de la tarde. Pero había algo que llamó la atención de la niña... aquel hombre, tenía el pantalón abajo y la miraba... entre sus dedos, tenía algo que ella jamás, había visto. Era una cosa de piel rosada que el sol iluminaba... él lo acariciaba mirándola... la niña estaba paralizada, no sabía qué hacer, sus cortos años le impedían razonar... el miedo le entorpecía el movimiento... pero despertó de su horror y salió corriendo... corría como una loca, sin rumbo, con su muñeca bajo el brazo... ensuciando sus zapatos de charol con el barro y el excremento de los animales y rasguñándose las piernas con la hierba seca que avanzaba a su paso. El miedo la hizo correr haciéndose el camino... y llegó a la casa oscura, donde su madre, conversaba sentada en una silla de mimbre... la niña se ubicó entre sus piernas y la abrazó, muy fuerte, buscando su refugio, sintiéndose segura y sin decir una palabra, desde ese momento, no quiso volver a jugar sola...