miércoles, 21 de noviembre de 2007

Sofocaciones

(Cuento erótico)

¡Qué calor! Se tendió en la cama. Pensó en él y recordó la conversación que habían mantenido durante la tarde. E intentó invocar sus palabras.

Él decía que le gustaba besar y recorrer la piel con suavidad y lentitud. Y ella lo imaginaba recorriendo con su boca su espalda... y parecía percibir los escalofríos que le producían sus besos húmedos. Lo imaginaba un hombre fogoso y apasionado. Habló de conocer las zonas sensibles de la mujer ¿cuántos hombres hay que conocen las zonas sensibles? Pocos. Muy pocos. Contados con los dedos de las manos. Entonces lo imaginó tocando su piel. Besando sus pechos. Mordiendo suavemente sus pezones... hasta hacerlos endurecer, con su lengua y sus dientes... y lo imaginó apretándolos entre sus manos, mientras besaba su boca y perdía su lengua caliente y mojada dentro de la boca de ella. Ella entre ahogos, suspiros y gemidos le haría saber lo que iba sintiendo.

Ahí estaba ella con él. Sobre su cama. Él bajaría de sus pechos con su boca suave...llenando de besos el trayecto por su vientre hasta llegar a su sexo. Y ahí se detendría largo rato, sintiendo el aroma tan particular, tan individual, tan desconocido para él... y sacaría su lengua y con ella abriría el camino para llegar a la zona más sensible que ella tenía.

La punta de su lengua se perdía, ansiosa... buscando el capullo, y con ambas manos abriría su piel delicadamente para introducir más su lengua... buscaría hasta sentir aquel poroto suave y terso que provocaba tantas sensaciones en ella. Y lo lamería... y lo saborearía con su boca, su lengua y sus labios. Ella gemía y se movía al sentir aquellas deliciosas caricias.

Sin darse cuenta, sus dedos frotaban su capullo, y lo imaginaba a él con su sexo erecto introduciéndolo en su boca... y ella soñaba que él acabara ahí, y se derramara estertóreamente dentro de ella... aaahhhh!!!! Su dedo frotaba más... en movimientos circulares... sintió bajo la presión su botón erecto y suave, gozando las caricias de sus dedos... y la imagen de él... y con su imagen en la cabeza sintió como los temblores le recorrían el cuerpo, despertando cada célula al placer inmenso que sentía... luego... todo volvió a la calma. Quitó su dedo humedecido con sus jugos y lo llevó a su boca... cuanto le gustaba y excitaba saborear esos jugos... así, tranquila, se quedó dormida.

El calor ya no importó... y la sed de él quedó saciada.

Dedicado e inspirado en Alberto